Enrique Blanco

De paseo por la historia. Con una mirada breve a los eventos y personajes que impactaron al país y al mundo

Por Evaristo Regalado, 14 de enero de 2022

ENRIQUE BLANCO

Iniciemos nuestro recorrido como siempre, con la frase del día, atribuida al escritor estadounidense Francis Scott Fitzgerald, autor del bestseller internacional e inter épocas “El gran Gatsby”:

“Muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia”

Un día como hoy, 14 de enero pero de 1907, nació en Tamboril, municipio de de Santiago, el nombrado Enrique Blanco Sosa, un personaje controversial de la historia dominicana a quien se le sindican unos niveles de valentía épica, al punto que su historia y hazañas parecen haber sido paridas de la imaginación y creatividad de un gran novelista. Sobre Enrique Blanco se han tejido una serie de mitos y leyendas a través de los años, algunos difíciles de creer.

Enrique Blanco fue uno de los hombres que más pasiones y sentimientos encontrados despertó en la historia reciente de nuestro país. Era temido por muchos, respetado por algunos, odiado por otros e incluso admirado. Algunos historiadores elevan la figura de Enrique Blanco a la categoría de rebelde anti trujillista. La narrativa histórica dominicana, como en muchos casos ha pecado de imprecisa o de ambigua al momento de establecer si este hombre fue realmente un luchador anti trujillista, un héroe (como alegan sus defensores y apologistas) o simplemente una bestia asesina, un criminal inescrupuloso y despiadado (como alegan sus principales detractores). Esa timidez frente a la responsabilidad histórica no ha ayudado a disipar algunas nebulosas que envuelven otros casos como el de Los Palmeros, que por cierto ayer se conmemoró un aniversario más de su asesinato, o como en las historias de vida llenas de heroísmo que nos cuentan sobre El Ché, Fidel Castro y de otros personajes de la historia también controvertidos que despiertan pasiones contrapuestas. Como eso no está claro, le presentamos un resumen de lo que hemos encontrado sobre su historia para que sea usted quien finalmente juzgue y, sobre esa base, saque sus propias conclusiones al respecto. Independientemente de cualquier opinión, el personaje de Enrique Blanco no deja a nadie indiferente. Fue sin duda una de las grandes leyendas del país.

El joven Enrique Blanco ingresó al ejército a los 19 años, entre 1925 y 1926, durante el mandato de Horacio Vásquez. Se cuenta que en su breve paso por la milicia fue extremadamente arbitrario, abusivo y que con frecuencia se extralimitaba en sus funciones, en detrimento de los derechos de los ciudadanos.

Era un militar indisciplinado que por su temperamento acumuló demasiadas faltas en su hoja de servicio, situación que provocó su baja de la institución por mala conducta después de unos tres años en la 17va. Compañía de ese cuerpo castrense. Esta situación también le impediría seguir avanzando en su carrera militar.

Era un hombre de unas habilidades físicas extraordinarias, atlético, alto, reconocido por ser un buen jugador de béisbol, “temible con el bate”, según cuentan los que le conocieron; pero también atado a peligrosos hábitos y pasiones humanas: era alcohólico, ludópata jugador enfermizo de dados y otros juegos de azar, aficionado a las peleas de gallos, protagonista recurrente de riñas que degeneraban frecuentemente en golpes, heridos y en muertes, además de mujeriego empedernido que, según se dice, le arrancó el pudor a muchas mujeres de su zona a través de actos de violación sexual. Al parecer fueron estas mismas pasiones que terminaron descarrilando a Enrique Blanco por el camino del crimen.

Se cuenta que en los inicios de sus andanzas criminales Enrique Blanco se presentó en estado de embriaguez, como de costumbre, a una fiesta en la comunidad de Boca Chica. En medio de un confuso incidente mató de un disparo a una señora que pasaba por el lugar e hirió a otras personas. Por este hecho recibió una sanción de apenas seis meses de cárcel en La Torre del Homenaje, una pena irrisoria, considerando la magnitud del crimen, y que a final de cuentas ni siquiera cumplió, gracias a la intervención y el favor de un alto militar amigo suyo.

Más tarde, a raíz de la inestabilidad política del país en 1930, Blanco fue reingresado de nuevo al ejército en la fase primigenia de la tiranía de Trujillo, pero desertó luego de las filas, sin causa aparente, en el año 1932. A su huida le acompañó la acusación de haber matado a uno de sus compañeros de armas, lo que lo convirtió en fugitivo y en uno de los hombres más buscados de principios de la dictadura.

La orden de apresamiento de Enrique Blanco se diseminó por todos los puestos y destacamentos militares del país, con la advertencia de que era un hombre altamente peligroso y que estaba armado con su revólver de reglamento, un S&W calibre 38, que había de recuperarse con urgencia. Poco tiempo después, por recomendación de un amigo, Enrique Blanco devolvió el arma y esto desactivó casi de manera automática su búsqueda, por lo que a partir de ese momento comenzó a vivir su vida normal y era usual verlo en fiestas y parrandas, apostando a los dados y a los gallos sin que la policía lo molestara en lo más mínimo.

En este punto es donde se produce la bifurcación histórica en la que se que cuentan dos versiones, muy distintas una de la otra, sobre los motivos que impulsaron a Enrique Blanco a alzarse hacia las lomas del Cibao y definir su estilo de vida violento y temerario.

Por un lado, los defensores y apologistas de Enrique Blanco (como se le sindica a los autores Luís Patrocinio y Libio Amaury Matos), le atribuyen al hombre la virtud de ser uno de los primeros luchadores antitrujillistas del país, un individuo que odiaba a los serviles del régimen, ya fueran civiles o militares. Desde esta óptica Enrique Blanco fue considerado entonces como un opositor férreo de la dictadura que se involucró en una trama para apresar a Trujillo en la misma fortaleza militar; trama que una vez descubierta provocó el apresamiento, la persecusión y la desaparición de sus compañeros de armas. Para estos historiadores, Enrique Blanco fue un rebelde solitario, un guerrillero que, aunque sin planes políticos, desertó del ejército al sufrir una gran decepción por los horrores y vejámenes que se vislumbraban en el régimen temprano, atreviéndose a desafiar al dictador, cosa que era una desgracia en aquel entonces. También sostienen la tesis de que a Enrique Blanco posteriormente se le atribuyeron crímenes que era imposible que cometiera, porque sucedieron en lugares distintos casi de manera simultánea y muy lejos de su demarcación.

Por otro lado, otros cronistas y personas mayores que vivieron esos tiempos reniegan la legitimidad de los supuestos motivos opositores del personaje en cuestión y entienden que Enrique Blanco no fue ni héroe y mucho menos mártir, sino un bandido, un asesino, bandolero y criminal que por más de un lustro mantuvo en zozobra a los buenos y pacíficos vecinos de las ciudades de la región del Cibao, quitándole la vida a quien se atravesara en su camino, sin reparar en que fuesen autoridades: alcaldes pedáneos, policías, guardias; o simples lugareños, a los que les quitaba no solo el arma cuando la necesitaba para sus andanzas, sino lo más preciado, su vida. En los campos del Cibao el nombre de Enrique Blanco sonaba a maldición y a desprecio, según esta otra facción.

Con independencia de los motivos que tuvo, lo cierto es que pasado algún tiempo desde su deserción del ejército Enrique Blanco comenzó de nuevo a hacer de las suyas recrudeciendo incluso más su historial y faceta de hombre violento. Se convirtió en un hombre todavía más peligroso y terrible de lo que ya había sido. Se le atribuyeron una cantidad enorme de muertes en las diferentes comunidades y de mantener en jaque a los habitantes en los lugares en los que pululaba, situación que provocó la reactivación de su búsqueda, esta vez de forma asidua y violenta por parte de los efectivos militares, a tal punto que el propio Trujillo ofreció una recompensa de dos mil pesos de la época, más la insignia de Teniente del Ejército, a quien capturara a Enrique Blanco, vivo o muerto.

A pesar de la jugosa recompensa, al ejército trujillista le fue difícil atrapar a este rebelde. Tenía unas habilidades tremendas para escabullirse y a partir de ese hecho comenzaron a gestarse todo tipo de leyendas urbanas en derredor de este hombre, como la que afirmaba que tenía poderes sobrenaturales que le permitían hacerse invisible y pasarle por el lado a “los guardias” enfrascados en su búsqueda sin ser visto ni oído; o la que le atribuía la facultad de poder transformarse a su antojo en animales u objetos como perros, gatos, cangrejos, conejos, toros, caballos, o en troncos de árboles; eso a lo que en la cultura popular campesina se le conoce como un “galipote”.

La leyenda, salpicada por elementos mágicos-religiosos, en torno a Enrique Blanco comenzó a divulgarse a partir del momento en que este supuestamente visitó a un brujo en Haití en busca de unos ensalmos que evitarían que cuchillos o balas penetraran su cuerpo. Supuestamente el brujo le entregó unos amuletos que debía llevar siempre en su cuerpo, incluso hasta en el momento de asearse. Se cuenta que al lograr su cometido, Enrique Blanco le preguntó al brujo que quién podría darle muerte luego de realizado el ensalmo, a lo que el brujo respondió “sólo Dios y yo”. Acto seguido Enrique Blanco procedió a matar al brujo de una estocada para asegurarse de que solo Dios, y nadie más, pudiera desaparecerlo de esta tierra.

Se dice que Enrique Blanco era tan temido que en muchos casos los guardias que lo buscaban lo localizaban en algún lado, sin embargo evitaban encontrarse con él, yéndose por otro lado. Era un hombre que exigía el silencio y la discreción absoluta de quienes le conocían o le dispensaban alguna ayuda durante su huida, so pena de regresar a darles “una pela” o simplemente asesinarlos como represalia en caso de traición. Por lo dicho anteriormente, los campesinos del Cibao estaban en contínua tensión, acorralados y atemorizados. Por un lado Enrique Blanco les exigía o les obligaba al silencio y, por el otro, el Ejército también los presionaba para sacarles información sobre su paradero.

Fueron inútiles las trampas y argucias para atrapar a Enrique Blanco. El hombre siempre salía ileso por su gran agilidad y destreza, lo que le daba mucha fuerza y credibilidad a las versiones de sus supuestos poderes sobrenaturales y sus resguardos conseguidos en Haití, mientras continuaba sembrando el terror en la comunidad.

Sin embargo, Enrique Blanco se veía cada vez más acorralado y ya sentía el peso del desgaste, del cansancio y de las fuerzas de su cuerpo menguando. Se dice que andaba con los pies hinchados de tanto huir de los militares, hasta que finalmente decidió suicidarse el día 24 de noviembre de 1936, de un balazo en la sien derecha, en la comunidad Aguacate Arriba, en Gaspar Hernández.

Antes del suicidio, Enrique Blanco supuestamente le dio instrucciones a un joven campesino de nombre Delfín Álvarez García para que se atribuyera su asesinato y dijera que fue él quien le disparó mientras dormía plácidamente. Le dijo que le entregara su revólver y su cuerpo al alcalde para que cobrara la recompensa ofrecida por su muerte.

El cadáver de Enrique Blanco fue paseado por los militares en las ciudades de Moca y Santiago, en un espectáculo dantesco, macabro, sentado en una silla amarrado de pies y manos ante las reacciones de cientos de espectadores. El régimen no iba a desaprovechar esa oportunidad para exponer el resultado del desafío de Blanco como ejemplo para continuar infligiendo miedo en la población. Finalmente Enrique Blanco fue sepultado en el cementerio de Tamboril, pero su tumba fue desaparecida para dar paso a una construcción.

Este personaje ha sido homenajeado de múltiples formas e incluso proclamado por algunos como santo. Para citar algunos casos de estos homenajes haremos referencia la principal y más transitada avenida de Los Guaricanos, en el municipio Santo Domingo Norte, que nace en la calle 1ra. del Barrio Ponce y termina en la Ave. Parque Mirador Norte, la cual lleva el nombre de Enrique Blanco (aunque no se conoce la resolución que resalta sus méritos y motiva esa designación). Fue inmortalizado como protagonista del famoso merengue “Enrique Blanco, conquistador de las montañas” del maestro Wilfrido Vargas, una verdadera apología del personaje (así que cuidado) que puede escuchar en Youtube por el siguiente link: https://youtu.be/iUlwMInnaCM. El músico y cantante típico Tatico Henriquez también popularizó un merengue en honor a Enrique Blanco, clic aquí o pegar el link en su navegador: https://youtu.be/Su_4TGVCj2A.

Se han escrito varios libros de biógrafos que exaltan su valentía, entre los que se cuentan (1) “Enrique Blanco, el rebelde solitario” de Luís Patrocinio y (2) “El rebelde invencible” de Libio Amaury Matos. El filme “Enrique Blanco” (1973), un drama de 80 minutos estrenado en 1ro. de enero de ese año narra la historia del hombre en cuestión. Se realizó bajo la dirección de Jerónimo Michell Meléndez y las actuaciones de los dominicanos Víctor Fernandez, Niní Germán, Mario Heredia, Daniel Lugo y Rosita Velásquez.

El personaje de Enrique Blanco también es celebrado en el cortometraje “La verdad de Enrique Blanco” (1997), dirigido por Eury Cabral, inspirado en el cuento del maestro de los relatos cortos, Juan Bosch, intitulado “La verdad”, que nos os habla sobre el personaje de Quique Blanco, con las actuaciones de Teo Terrero, Víctor Checo y Sergio Vargas. A Enrique Blanco sus cercanos le apodaban “Quique”.

¿Y tú, qué opinas sobre Enrique Blanco después de leer parte de su historia? ¿Héroe o villano?.

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Autor: evaristoregalado

Bloggero, twittero, contador y profesor a medio tiempo. Aficionado a la fotografía y curioso de la historia. En busca de mi catarsis cada día y de mi comunión con Jesús de Nazareth

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