El lecho de Procusto

De paseo por la historia. Con una mirada breve a los eventos y personajes que impactaron al país y al mundo.

Evaristo Regalado, 11 de junio de 2023

EL LECHO DE PROCUSTO Y SU SÍNDROME

Iniciemos nuestro recorrido de hoy con una frase perturbadora, ya que la mayoría de la gente en la actualidad no es emprendedora ni empresaria, sino que sobrevive con un empleo. Cito:

“No hay un estado intermedio entre el hielo y el agua, pero hay uno entre la vida y la muerte: un empleo”.

La mitología griega nos habla de Procusto, un personaje nefasto casi desde cualquier óptica que se lo aborde.

Damastes o Polifemo (ese era su verdadero nombre, luego llamado “Procusto” y veremos por qué más adelante) era el dueño de un hotel de paso para viajeros que transitaban la ruta de las colinas de Ática, en la sección de Coridalo, eso es entre la ciudad de Atenas y Elsusis.


Cuando un viajero llegaba a su posada, Procusto hacía gala de sus mejores dotes de anfitrión ofreciendo primero una suculenta cena y luego un merecido descanso en la cama de hierro muy particular que para los efectos había tendido y preparado.

Pero detrás de aquella agradable hospitalidad se ocultaban los peligros de un hombre muy cruel. Cuando los huéspedes se dormían, Procusto los secuestraba amarrándolos a las esquinas de la cama y los amordazaba para que no pudieran gritar. El posadero estaba convencido de que sus huéspedes tenían que encajar necesaria y obligatoriamente en su cama. De tal forma, si su víctima era de gran estatura, lo desmembraba cercenándole las extremidades que sobresalían de la cama con una afilada hacha (piernas, brazos, o cabeza). Por otra parte, si la víctima era más pequeña que la cama entonces Procusto procuraba estirarlo de la forma más despiadada que uno puede imaginar: descoyuntándolo a puros martillazos.

Se dice que fruto de esa última práctica fue cuando se le empezó a llamar “Procusto” a Damastes. El término viene del griego antiguo Προκρούστης (Prokroústês o Procrustes) que significa “estirador”.

Otra versión del mito establece que no era una cama, sino dos, las que tenía Procusto en su posada. Una cama era extremadamente larga, donde acostaba a los clientes de baja estatura; y la otra, por el contrario, extremadamente corta, donde acostaba a los huéspedes altos. De esa forma era muy difícil que alguien pudiera encajar o coincidir con el tamaño de la cama y los criterios del posadero.

A partir del mito de “El Lecho de Procusto” se originó también el “Síndrome de Procusto”, un aforismo que es utilizado en muchos entornos y escenarios sociales (en la familia, en la política, en la empresa, etc.), generalmente para describir a quienes con persistencia y obstinación tratan de deformar la realidad objetiva para ajustarla a sus propias hipótesis y manera de ver las cosas, cortando la cabeza y los pies de quienes sobresalen o de los que no piensan de la misma forma que ellos. Síndrome de Procusto es, por tanto, sinónimo de intolerancia ante las diferencias de criterio u opinión. Los Procustos quieren que todo se ajuste a como ellos piensan, como el sastre que pretende entregar a su cliente un traje perfectamente ajustado, pero a expensas de amputar las extremidades del cliente para lograr el ajuste que quiere, en vez de modificar las medidas del mismo.

El final de los días de Procusto hicieron honor al refrán popular de que “uno muere como vive”. En su caso, el posadero murió tomando una dosis de su propia medicina, frito en su propia salsa. Resulta que uno de los huéspedes de la posada de Procusto lo fue nada más y nada menos que Teseo, el mismo héroe mitológico que conocemos por haber aniquilado al Minotauro. Teseo retó a Procusto a que comprobara si era verdad que su cuerpo encajaba con el tamaño de su famosa cama. Cuando Procusto se tendió, Teseo lo amarró, lo amordazó y lo torturó para “ajustarlo” cortándole las extremidades y la cabeza, de la misma forma que él hacía habitualmente con sus huéspedes.

La ñapa: La Falacia de Procusto

Como colofón de este paseo, analicemos ahora a un Procusto desde un punto de vista más académico y jurídico a través del denominado “Error de Procusto” o “La Falacia de Procusto”. Es una historia que se remonta a la antigüedad. Se dice que recién implantada la democracia ateniense el Aerópago (o Tribunal Supremo de la antigua Atenas) le encargó a Procusto, quien era miembro de la Academia de las Ciencias de Atenas, hacer una investigación empírica sobre la desigualdad entre la población ateniense. El investigador de marras debía diseñar y utilizar instrumentos de investigación tanto fisiométricos como psicométricos. La historia narra que aquí fue cuando Procusto decidió construir su famoso lecho o cama, como instrumento de investigación fisiométrico.

Después que hubo “adaptado” a todos los huéspedes que utilizó en su investigación de campo, Procusto rindió su informe final y conclusiones a la Academia. En este informe sostenía la conclusión de que “todos los atenienses eran igual de grandes”.

El resultado de la investigación de Procusto provocó algo de desconcierto en el Aerópago, porque entendieron que el investigador había malinterpretado la esencia del concepto “democracia”. El tema es que el Procusto del que os habla esta versión académica era un ferviente demócrata, por lo que en su experimento eliminó las diferencias entre los hombres (las extremidades que sobraban o que quedaban en defecto) basándose en la igualdad política y en la igualdad ante la ley (en este caso representadas por el lecho).

La opinión del Aerópago, en cambio, se basaba en que la democracia no supone la igualadad de los hombres, sino que de lo que se trata es de ignorar las desigualdades inherentes a los mismos. Es decir, la democracia no niega que existen diferencias (de sexo, de color de piel, de nacimiento, de religión e incluso de capacidades) sino que estas debían volverse indiferentes.

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Autor: evaristoregalado

Bloggero, twittero, contador y profesor a medio tiempo. Aficionado a la fotografía y curioso de la historia. En busca de mi catarsis cada día y de mi comunión con Jesús de Nazareth

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